¡Ya voy, ya voy! ¡Aguárdame un momento, Señor!
Lo he mirado todo, miré tus piedras bellísimas, milenarias.
No me satisficieron.
Miré tus flores, bellísimas, blancas y rojas, perfumadas.
No me satisficieron.
¡Ya voy, ya voy! Miré tu mar.
El mar de Coveñas y el mar de Cartagena y el mar de San Andrés y el Mar Mediterráneo.
Ninguno me satisfizo.
¡Ya voy, ya voy! Miré a los hombres. Miré sus ojos, tristes y nostálgicos.
Miré a las mujeres, bellas e insatisfechas. Miré a los científicos, ansiosos esperando llegar,
y no me satisficieron.
¡Ya voy, ya voy! Miré el silencio, estuve sumido en él.
Me llenó de tristeza, me dijo que a pesar de su belleza, él no eras Tú.
¡Ya voy, ya voy! Aguárdame.
Lo he mirado todo, astros, constelaciones, hombres, mujeres, flores, ciencia, poesía.
Todo lo he mirado y he quedado insatisfecho.
¡Ya voy, ya voy! ¡Aguárdame!
Quiero encontrar en Ti todo, en una infinita belleza, en una infinita satisfacción.
¡Ya voy, ya voy! ¡Aguárdame unos pocos días.
Tú que eres intemporal!
Lo he visto todo, sé que todo es bello, sé que todo es extraordinario, pero no me colma.
Tú debes ser más bello que todas las rocas, que todas las piedras.
Debes ser más oloroso que todas las rosas.
Debes ser más precioso que todos los ojos, que todos los labios.
Lo he mirado todo, Señor, todo lo que me dejaste,
todo me parece insatisfactorio.
Lo mejor que me has dejado, posiblemente es el silencio.
Sin embargo, no me satisface.
¡Necesito de Ti! ¡Necesito tu perfume, necesito tu palabra,
necesito tu sonrisa, necesito tus besos, oh Dios!
¡Ya voy, ya voy! ¡Espérame, Señor!
(Jaramillo, D. Rafael García Herreros, una vida y una obra. Centro Carismático Minuto de Dios. Tercera edición. 2009. «El escritor», p.280)